Ely Martínez no siempre fue mamá soltera, hace casi once años, la vida la llevó por un camino inesperado, al principio, la soledad le pesaba como una piedra en el pecho.
Sentía que no iba a poder con tanto, que las responsabilidades eran demasiadas para una sola persona, pero con el tiempo, algo cambió dentro de ella: una chispa, una fuerza que no sabía que tenía.
“Claro que se puede”, se repetía cada día, no por ella, sino por sus hijos, porque ellos merecían una vida digna, una infancia sin carencias, y un futuro lleno de posibilidades.
Lo más difícil fue tener que ser mamá y papá al mismo tiempo, criar a los hijos sin el apoyo de una pareja no solo era agotador, era solitario, no había nadie con quien compartir las decisiones, ni los miedos, ni las noches de desvelo, pero Ely no se rindió.
Comenzó cuidando niños, después cocinando para vender desde casa, luego cuidó a una señora mayor, más tarde, encontró trabajo en una lavandería y hasta hoy sigue ahí, trabajando con las mismas ganas y la misma meta: que a sus hijos no les falte nada.
No fue fácil la paciencia a veces se acababa, el cansancio era demasiado, y las dudas no se iban, pero Ely encontró en su fe y en su amor de madre el motor para seguir, y cada sonrisa de sus hijos era una recompensa, cada paso que daban hacia su propio futuro, una victoria silenciosa.
Hoy, Ely se siente orgullosa, no sabe cómo lo ha logrado exactamente, pero ha salido adelante, sabe que lo ha hecho sola, sin ayuda, pero con el corazón lleno de amor, y sabe que un día sus hijos reconocerán todo lo que hizo por ellos.
A otras mamás solteras, Ely les diría:
“Échenle todas las ganas parece que no va a pasar, pero todo pasa, tengan paciencia, trabajen duro, inculquen valores, y no se rindan, porque sí se puede, porque nada es imposible con fuerza, fe y amor de madre».